Su función es la síntesis de hormona tiroidea, que desempeña un papel importante en la regulación del metabolismo.
Es necesario conocer una serie de conceptos relacionados con el aumento de tamaño del tiroides para comprender de qué trata.
- Bocio simple: aumento del tamaño de la glándula tiroides que no se acompaña de hipertiroidismo, hipotiroidismo, proceso neoplásico (cáncer), inflamatorio o autoinmune. También se llama bocio no tóxico o normofuncionante.
- Nódulo tiroideo: es toda masa del tiroides de consistencia distinta a la glándula normal.
- Bocio nodular tóxico: El bocio nodular tóxico crece a partir de un bocio simple, y se presenta con mayor frecuencia en personas de edad avanzada.
Existen, además, diversas clasificaciones del bocio en función de diferentes parámetros:
- Tamaño: el bocio se clasifica desde grado 0 (ausencia de bocio) hasta grado 4 (bocio gigante).
- Forma: bocio difuso, nodular o multinodular.
- Criterios epidemiológicos: bocio endémico (se produce en una determinada región en la que la prevalencia del bocio es relativamente alta como consecuencia del déficit de yodo), o esporádico (no se produce en una población particular).
- Causa que produce el bocio.
- Funcionalidad: bocio funcionante o no funcionante.
El tratamiento del bocio va a variar dependiendo de los síntomas que produce. En muchos casos se opta por un tratamiento expectante, que consiste en vigilar la evolución en el tiempo del bocio. En otros, cuando provoca muchos síntomas, se opta por realizar tratamientos más agresivos, como radiar el tiroides, o incluso extirpar una parte o la totalidad de éste.
Aunque son muchas las causas que pueden producir la aparición de bocio, el mecanismo concreto por el que se produce el aumento de tamaño del tiroides continúa siendo desconocido. Se ha comprobado que la mayoría de los pacientes tienen alteraciones sutiles de la formación de hormona. Esta incapacidad del tiroides para producir o secretar hormonas, junto a un nivel normal o alto de TSH (hormona sintetizada en la glándula hipófisis que estimula el tiroides para formar hormona tiroidea), llevarían a un agrandamiento de la glándula en un intento de compensación.
Las principales causas conocidas de bocio son:
- Déficit de yodo: es la causa de bocio más frecuente.
- Inflamación del tiroides por diferentes causas: tiroiditis, infecciones, radiación.
- Bociógenos (sustancias que pueden favorecer la aparición de bocio): aniones monovalentes, tabaco, litio, yodo, sulfonilureas, salicilatos, aceites de soja, de girasol, de nueces, de cacahuete.
- Enfermedad tiroidea autoinmune: tiroiditis de Hashimoto y enfermedad de Graves-Basedow.
- Alteraciones congénitas.
- Enfermedades infiltrativas: tiroiditis de Riedel, amiloidosis, hemocromatosis.
- Tumores benignos y malignos.
- Pubertad, embarazo.
- Otras causas: acromegalia, anticonceptivos orales, mola hidatiforme, etcétera.
El bocio es más frecuente en las mujeres, probablemente por la mayor prevalencia de enfermedades autoinmunes y el aumento de las necesidades de yodo en la gestación y de estrógenos durante la adolescencia.
Por último, hay que recalcar que el tiroides aumenta de tamaño con el paso de los años, de tal modo que sobre la octava década de la vida muchas personas tienen bocio por la presencia en el tiroides de uno o varios nódulos tiroideos.
La mayoría de los pacientes no presentan síntomas en el momento del diagnóstico, y la presencia de bocio se descubre de manera casual durante una exploración física realizada por otro motivo. En otras ocasiones, el paciente acude a su médico por notarse en la cara anterior del cuello la aparición de un bulto o tumoración, de tamaño variable, que puede ser o no doloroso con la palpación.
La complicación más frecuente del bocio, cuando éste presenta gran tamaño, es la compresión de las estructuras vecinas que se encuentran en el cuello, provocando así en el paciente síntomas como dificultad para respirar, tos irritativa, dificultad para tragar, ronquera o cambios en la voz. A pesar de todo, estos síntomas no soy muy frecuentes.
En pacientes en los que el bocio es tan grande que se introduce en la región retroesternal, la elevación de los brazos puede producir dificultad respiratoria, mareo, e incluso síncope.
La prevención de estas complicaciones se basa en un diagnóstico precoz y un correcto tratamiento médico. Si a pesar de ello se produce compresión de estructuras vecinas, el tratamiento será quirúrgico.
Para llegar al diagnóstico de bocio son muy importantes tanto la anamnesis (entrevista clínica realizada por el médico sobre los síntomas del paciente), como la exploración física, pero hay disponibles numerosas pruebas de imagen que permiten obtener una muy buena visión de la anatomía del tiroides, lo que permite concretar el diagnóstico.
- Ecografía tiroidea: es la técnica de elección para el estudio de la morfología del tiroides, ya que permite definir la existencia de nódulos, su tamaño, y si son sólidos o quísticos; sin embargo, no proporciona información sobre la actividad funcional de los nódulos, por tanto, no informa de la naturaleza benigna o maligna de éstos. También permite controlar el tamaño de nódulos ya conocidos en el tiempo, para ver su evolución o guiar otras técnicas como la punción del tiroides.
- Punción aspiración con aguja fina (PAAF): permite, sin necesidad de cirugía, conocer la naturaleza benigna o maligna de un nódulo. La PAAF permite obtener células del tiroides que posteriormente son estudiadas en el laboratorio, viendo así si son benignas o malignas. Es una técnica segura y tiene pocas complicaciones, siendo la base del diagnóstico de los nódulos tiroideos.
- Biopsia quirúrgica: se extrae una porción del tiroides, o éste completo, para su posterior análisis.
- Cuando el bocio no da síntomas la conducta terapéutica va a ser diferente. En algunos casos el tratamiento consiste únicamente en realizar un seguimiento del paciente cada cierto tiempo, vigilando así su evolución. El seguimiento de bocio difuso debe constar de una exploración física que incluya la exploración del tiroides y de los ganglios linfáticos, así como la valoración de los síntomas, signos y parámetros analíticos de disfunción tiroidea. Por tanto, es importante solicitar analíticas de control para ver la función del tiroides. El seguimiento se puede hacer cada varios meses o de forma anual, dependiendo de cada paciente.
En cuanto a la prevención del bocio, se pueden llevar a cabo diferentes acciones para evitar su aparición.
En primer lugar, la medida más importante consiste en aportar los requerimientos mínimos de yodo para reponer las pérdidas urinarias. La OMS recomienda la ingesta de 100-150 microgramos al día o incluso 200 microgamos al día durante el embarazo o lactancia para prevenir trastornos producidos por el déficit de yodo. El contenido de yodo de los alimentos en general es bajo, siendo el pescado y la leche los más ricos en esta sustancia. Por eso, una opción puede ser por ejemplo consumir pescado de mar entre 2 y 3 veces por semana. No obstante, en países desarrollados la principal fuente de yodo es la sal.
En determinadas regiones donde el agua corriente no aporta una cantidad suficiente de yodo, se realizan campañas para el consumo de sal yodada al menos tres veces por semana. Conviene aclarar que la sal yodada tiene la misma función y sabor que la sal común y puede usarse en las mismas cantidades al cocinar.
Otra medida que se puede realizar es evitar bociógenos como algunos fármacos, también la harina de soja o el aceite de girasol.
En situaciones determinadas bien por el bajo aporte de yodo bien por predisposición familiar a este problema, debe realizarse un análisis periódico de la función del tiroides mediante la determinación de las hormonas T4 y TSH.