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Como medida general para el tratamiento de la esclerodermia se suele emplear D-penicilamina, fármaco que es capaz de interferir con la síntesis de colágeno en las primeras fases de la enfermedad, a dosis de 125 gramos en días alternos.
En esta fase también se emplean los glucocorticoides a dosis bajas para tratar la hinchazón (edema), ya que las dosis altas pueden desencadenar una crisis renal.
Para el tratamiento del fenómeno de Raynaud se recomienda evitar el frío y se administran fármacos bloqueadores de los canales del calcio (nifedipino y diltiazem); en los casos de úlceras en los dedos se pueden emplear fármacos como la prostaciclina, el bosentán o los antiagregantes plaquetarios (por ejemplo, ácido acetilsalicílico). También se recomienda el uso de cremas hidratantes para la piel.
En los pacientes con síntomas esofágicos se administran fármacos inhibidores de la bomba de protones (como el omeprazol). En los casos de sobre crecimiento de bacterias intestinales se suele administrar algún tipo de antibiótico. La rigidez y los dolores en las articulaciones se tratan con antiinflamatorios no esteroideos (por ejemplo, ibuprofeno).
La afección pulmonar intersticial se trata con oxigenoterapia, broncodilatadores, antibióticos y con ciclofosfamida y glucocorticoides en las fases tempranas (alveolitis).
En los casos con hipertensión pulmonar se emplean vasodilatadores (por ejemplo, nifedipino), la prostaciclina y el bosentán, entre otros tratamientos.
La afección cardiaca se trata dependiendo de las manifestaciones que se presenten. Los fármacos para el tratamiento de la hipertensión arterial son los IECA (inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, como por ejemplo el enalapril).
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