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La hipoacusia, sordera o deficiencia auditiva, es un trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para escuchar sonidos, y que dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación.
Uno de cada 300 niños nace con una deficiencia auditiva, y uno de cada 1.000 con una sordera profunda bilateral; el 74% de los niños que presentan retraso en el lenguaje padecen hipoacusia, y muchos niños con retraso psicomotor y alteraciones de la conducta tienen una hipoacusia leve que no ha sido diagnosticada.
La hipoacusia depende de tres factores principales: la intensidad de la pérdida auditiva, la localización de la lesión, y el momento de aparición de la misma.
Una hipoacusia puede aparecer tanto en el periodo de vida prenatal como postnatal, y hasta la adolescencia tardía. Según el momento en el que se produzca la pérdida de la audición, la hipoacusia puede ser:
- Prelocutiva (si aparece antes de aprender a hablar).
- Postlocutiva (después de aprender a hablar).
- Perilocutiva (cuando se está aprendiendo a hablar).
De acuerdo a la intensidad de la pérdida auditiva, las hipoacusias pueden clasificarse en:
- Ligera: con una pérdida de 20-40 dB; se caracteriza por la dificultad para escuchar conversaciones lejanas o en entornos ruidosos.
- Media: con una pérdida de 40-70 dB; se caracteriza por la dificultad para participar en conversaciones.
- Severa: una pérdida de 70-90 dB; solo pueden escuchar conversaciones muy altas y a menos de 30 cm.
- Profunda: una pérdida superior a 90 dB, solo son capaces de escuchar algunos sonidos ambientales muy intensos.
- La hipoacusia infantil puede presentarse en el periodo inmediato al nacimiento, originada por agentes prenatales o perinatales, o en el periodo comprendido entre los dos y los cuatro años de edad, debido a varios agentes infecciosos locales que causan otitis media.
- En los adultos, la hipoacusia o sordera se relaciona con el envejecimiento y con las pérdidas auditivas de carácter ocupacional debido a exposiciones continuadas a ruidos fuertes.
La prevención de la hipoacusia, sordera o pérdida de audición radica en evitar en la medida de lo posible la presencia de los factores de riesgo que la originan. En los casos en los que la hipoacusia sea genética, la prevención no es posible, pero sí la temprana detección y puesta en marcha de mecanismos para su adaptación y tratamiento según el caso.
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