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Es una infección de la piel producida por bacterias, que afecta principalmente a niños pequeños.
No es grave, pero es muy contagioso, por lo que debe ser tratado cuanto antes. La erupción comienza en un solo punto de la cara, labios, brazos o piernas.
La piel está formada por varias capas de células y la más superficial está cubierta por una capa impermeable hecha de una sustancia llamada queratina. Esta sustancia nos protege del exterior, especialmente de las bacterias que de forma habitual viven encima de nuestra piel. Cuando nuestra piel se daña o se debilita las bacterias pueden causar enfermedades, como el impétigo.
La infección del impétigo es superficial, destruye la capa de queratina formando costras. En principio no provoca malestar porque las bacterias no pasan a la sangre al tratarse de una infección superficial, pero esto no es del todo positivo, ya que el sistema inmune tampoco puede llegar hasta el foco de la infección y es necesario tratarlo con antibióticos.
Los síntomas del impétigo se aprecian en la piel, que presenta las siguientes características:
- Inicialmente la piel toma un color más rojizo, como si estuviera irritada, y el paciente siente picor en la zona.
- Brotan vesículas y pequeñas ampollas de pared muy fina que se rompen fácilmente y sueltan pus al exterior. Este pus es muy contagioso y hay que evitar el contacto con él.
- Piel en carne viva, enrojecida y con sangre.
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- Ampollas más resistentes que tienen alrededor costras amarillentas, del color de la miel, muy características del impétigo. También pueden aparecer costras al coagularse la sangre en lesiones más profundas.
- Ganglios inflamados cerca de la piel afectada. Se desplazan al moverlos y pueden doler, aunque lo más frecuente es que pasen desapercibidos.
El impétigo debe ser tratado cuanto antes, no porque en sí mismo sea una enfermedad grave, sino porque es muy contagioso para las personas que están en contacto con el niño, y también porque en algunos pequeños desencadena una reacción del sistema inmunológico que daña a los riñones (la glomerulonefritis postinfecciosa).
El tratamiento de las infecciones leves de impétigo, que son las más habituales, se basa en el empleo de cremas de antibiótico. Cuando el impétigo es grave y comienza a dar complicaciones el médico optará por recetar antibióticos orales para que puedan atacar a las bacterias a través de la sangre.
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