La sífilis se adquiere a través de las relaciones sexuales con una persona infectada, por penetración vaginal o anal, pero también se contagia por sexo oral o cualquier otro tipo de contacto íntimo con una lesión sifilítica activa.
La sífilis si no se trata en su fase inicial, se vuelve crónica y cursa por fases de síntomas alternando con otras prolongadas asintomáticas.
La sífilis puede pasar desapercibida y permanecer latente en el cuerpo durante años.
En la primera fase lo más característico es la aparición de un chancro o lesión ulcerada no dolorosa en los genitales o la boca, que desaparece por sí sola. En la segunda fase es típica una erupción de manchas rojas por todo el cuerpo, con afectación de las palmas de las manos y las plantas de los pies. Finalmente, tras muchos años sin ningún tipo de síntomas, se pueden producir complicaciones graves como demencia o aneurisma sifilítico de la aorta. En caso de contagiarse, el diagnóstico se realiza por la sospecha clínica realizando una analítica de sangre. En la mayoría de los países se incluye su despistaje (examen médico preventivo) en la analítica de rutina de las mujeres embarazadas para evitar la sífilis congénita que puede producir graves malformaciones y problemas de desarrollo en el bebé. Con frecuencia se asocia a otras enfermedades de transmisión sexual.
La sífilis se previene con facilidad utilizando el preservativo en las relaciones sexuales de riesgo. Se cura con penicilina administrada de forma intramuscular, sin dejar secuelas salvo en las últimas fases, que actualmente son raras de ver.