Las vacunas ponen en marcha las defensas naturales de nuestro cuerpo, por lo que, minimizan y en otros casos inmunizan para no correr el riesgo de contraer enfermedades.
Las vacunas desarrollan una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que: reconoce al microbio invasor y genera anticuerpos además crea memoria de la enfermedad y el modo de combatirla.
Si no nos vacunamos, corremos el riesgo de contraer enfermedades graves, aunque como todos los medicamentos, las vacunas pueden causar efectos secundarios.
En el caso de COVID-19, hasta el primer trimestre de este año 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) autorizó las vacunas de Janssen, Moderna, Sinopharm, Sinovac, Pfizer/BioNTech, AstraZeneca/Oxford, Bharat y Novavax. Otras vacunas siguen siendo evaluadas.
El funcionamiento de estas vacunas sigue siendo objeto de un riguroso seguimiento incluso después de su implementación en un país. Se evalúa su eficacia y seguridad.
Las vacunas aprobadas, por los organismos competentes, son muy eficaces para prevenir la enfermedad contra las variantes delta y ómicron en los casos graves hospitalización, así como también contra otras cepas.
La Organización Mundial de la Salud recibe información de un equipo de especialistas, con el propósito de saber en qué forma estas variantes pueden afectar a las propiedades del virus y el nivel en que esto podría trastornar la eficacia de las vacunas contra la COVID-19.
Sin embargo, ninguna vacuna es 100% efectiva para prevenir la enfermedad en personas vacunadas. Habrá un pequeño porcentaje de personas completamente vacunadas que aún se enfermarán. Esto es especialmente cierto en presencia de una variante altamente transmisible como Omicron. Es probable que los síntomas sean leves o estén ausentes en los casos vacunados.
Estas vacunas pueden ser aplicadas a casi todas las personas. No obstante, no es aconsejable para aquellas personas que presentan ciertas enfermedades orgánicas, antes debe consultar con el médico tratante.