Un infarto de miocardio es una patología que se produce cuando el corazón deja de recibir el riego sanguíneo que necesita.
Como consecuencia, el oxígeno deja de llegar al miocardio y las células que no reciben esa sangre rica en oxígeno empiezan a morir.
La aterosclerosis se va produciendo progresivamente, y se ve agravada por distintos factores de riesgo como la hipertensión, el colesterol alto, el tabaco, la obesidad y el sedentarismo.
De igual modo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya que, tanto los ataques cardíacos como los accidentes cerebrovasculares suelen tener su causa en una combinación de factores de riesgo tales como el tabaquismo, las dietas malsanas, la obesidad, la inactividad física, el consumo nocivo de alcohol, la hipertensión arterial, la diabetes y la elevada presencia de grasas en la sangre.
Los cardiólogos insisten en la importancia de reconocer los síntomas, porque de ello puede depender su vida. No obstante, esta entidad manifiesta que el 80% de los infartos de miocardio y de los accidentes vasculares cerebrales se pueden prevenir. La dieta sana, la actividad física regular y el abandono del consumo de tabaco son fundamentales. Verificar y controlar los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares e infartos de miocardio como la hipertensión, niveles elevados de colesterol y niveles elevados de azúcar o diabetes, también es muy importante, para la prevención.
Si, a pesar de todo, se produce un infarto de miocardio es fundamental saber identificar los signos de alerta y actuar con celeridad.
Sin embargo, muchas personas no saben reconocer dichos síntomas, pero cada segundo cuenta y mayor serán las probabilidades de recuperarse con atención a tiempo.
No siempre se presenta un dolor repentino que hace que la persona se agarre el pecho y se desplome en el suelo. Los síntomas pueden ser mucho más sutiles. Entre los síntomas del ataque cardíaco se encuentran los siguientes:
- Presión, ardor, tensión o molestia opresiva en el pecho que dura cinco minutos o más o molestia constante que parece indigestión.
- Presión incómoda en el pecho que se irradia a los hombros, los brazos, el cuello, la mandíbula o la espalda.
- Mareo, desmayo, sudor o malestar en el estómago.
- Ansiedad, debilidad, náuseas, vómitos o cansancio sin motivo aparente.
- Dificultad para respirar sin que haya una razón obvia y sentir alteraciones de los latidos normales del corazón, con sudor inexplicable y palidez.
La importancia de realizar esta intervención a tiempo es fundamental ya que la tasa relativa de mortalidad, en pacientes que han sufrido un infarto, aumenta en el 7,5% por cada 30 minutos de retraso en el tratamiento y más de 90 minutos es demasiado tiempo para mantener la zona del miocardio sin recibir riego sanguíneo.
No obstante, actualmente un nuevo test de saliva, realizado con un nanobiochip, podría servir para diagnosticar un infarto con mayor facilidad y más rápido. La prueba, desarrollada por la Universidad de Texas, en Austin, y financiada por el NationalInstitute of Health de los Estados Unidos (NIH), mide las proteínas o biomarcadores presentes en la saliva que los investigadores asocian a los infartos.
El nanobiochip es un diminuto microarray de proteínas, que reposa sobre una tarjeta de mayor tamaño. En la tarjeta hay una “minipiscina” donde se coloca la saliva, señala John McDevitt, profesor de bioquímica de la Universidad de Texas y principal investigador del proyecto del nanobiochip. La tarjeta se inserta en un analizador del tamaño de una tostadora, donde el fluido es empujado hacia el interior del nanobiochip. Las proteínas se detectan en microgotas; diferentes biomarcadores de proteínas se codifican por colores con tintes fluorescentes, permitiendo al analizador leer los niveles de cada uno con un chip de vídeo (como los de las cámaras digitales) que saca imágenes a diferentes longitudes de ondas. El resultado es una huella de proteínas sanas o bien una huella de infarto en la pantalla del analizador.
Los infartos se suelen diagnosticar por medio de los biomarcadores en sangre, junto con electrocardiogramas, pero los ECG todavía pasan por alto un gran número de infartos, especialmente los que presentan síntomas menores o atípicos, señala Denis Buxton, médico y jefe del departamento de cirugía y tecnologías avanzadas del NIH; según el, el 25% de los infartos no suelen ser detectados por un ECG en una ambulancia y aunque un análisis de sangre realizado en el hospital aumenta la precisión del diagnóstico, este tipo de prueba requiere tiempo para extraer y analizar la sangre.
Los biomarcadores son más difíciles de detectar en la saliva que en la sangre, por lo que los investigadores tuvieron que desarrollar unos análisis de proteínas más sensibles.
Intentamos resolver el problema de los infartos que no son detectados pro el ECG, señala McDevitt, quien añade que el primer paso sería incorporar el test de saliva en las ambulancias, donde el analizador estaría junto al ECG para poder realizar ambas pruebas a la vez. “La combinación de ambos es lo que finalmente diagnosticará al paciente con mayor precisión”, añade McDevitt.
De momento, el dispositivo de McDevitt ha sido probado en 59 pacientes, de los cuales 29 fueron víctimas de un infarto. Utilizando solo el ECG, los investigadores detectaron tan solo el 67% de los infartos, mientras que utilizando juntos el ECG y el test de saliva lograron identificar el 97%, afirmó el investigador.
Estas y otras innovaciones también son posibles en Pharmamedic.