Las vegetaciones o adenoiditis consiste en la inflamación mantenida de las amígdalas faríngeas (también llamadas adenoides), que son unas glándulas de pequeño tamaño que se sitúan en la parte superior de la faringe, por detrás de las fosas nasales. Las vegetaciones son frecuentes entre los niños de cuatro a seis años de edad.

Los catarros e infecciones respiratorias repetidas producen un aumento de su tamaño (hipertrofia), ocasionando una obstrucción al paso de aire que hace que el niño respire por la boca.

El tratamiento de las vegetaciones es inicialmente médico, y no siempre es necesaria la intervención quirúrgica:

  • Lavados con suero fisiológico: lavados frecuentes de la nariz con suero fisiológico o agua de mar con presión suficiente para arrastrar el moco acumulado.
  • Antihistamínicos y descongestionantes: empleados de forma periódica pueden aliviar los síntomas, aunque no dan una solución definitiva al problema.
  • Antibióticos: en ocasiones se emplea cuando hay una infección aguda, con fiebre asociada a abundante mucosidad nasal. Se suele emplear amoxicilina o amoxi-clavulánico.
  • En el caso de que con el tratamiento médico de las vegetaciones no sea suficiente y las pruebas diagnósticas revelen un tamaño excesivo de las glándulas adenoides que produzcan muchos síntomas, se indicará la extirpación quirúrgica de las mismas. La indicación principal para realizar esta intervención es que su tamaño sea tal que produzca apnea obstructiva del sueño o deformidades en los dientes. Otras indicaciones más discutidas son otitis o adenoiditis de repetición que no se controlan con tratamiento médico.
  • La adenoidectomía consiste en la extirpación quirúrgica de las adenoides. Es una intervención corta y sencilla, en la que el otorrino hace un legrado o raspado de la glándula, accediendo a ella a través de la boca o la nariz. Es una operación corta (unos 15 minutos en total) aunque sí precisa de anestesia general. Lo habitual es que el niño ingrese en el hospital la misma mañana de la intervención y regrese a casa ese mismo día o al siguiente. Su eficacia es casi del 100% y no es frecuente que se necesite una segunda intervención.
  • Aunque es una intervención sencilla, como toda operación no está exenta de los riesgos que conlleva una anestesia general. Especialmente en el caso de los niños que tenían apneas del sueño antes de la intervención, hay que vigilar que tras el despertar de la anestesia no se produzca espasmo de laringe, lo cual puede ser grave.
  • Otra posible complicación, aunque poco frecuente, es el sangrado. Si es sangre roja y abundante, hay que acudir inmediatamente al hospital para que el niño sea evaluado por el otorrino y poner un taponamiento. Si es sangre oscura no hay tanto riesgo, porque suele ser sangre que ha pasado al estómago durante la intervención y se ha digerido.
  • En algunos casos el otorrino recetara un antibiótico tras la intervención para prevenir las infecciones. Inicialmente es normal que el niño tenga dolor de garganta y oídos, que se pueden controlar con la analgesia habitual y siguiendo una dieta blanda. Tras unos días un poco molestos, en menos de una semana el pequeño paciente podrá hacer su vida normal.

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