La sangre en nuestro cuerpo se encuentra en estado líquido para poder así circular a través de arterias y venas; tan sólo se coagula cuando es necesario cortar el flujo sanguíneo.
Para que esto suceda hay una serie de elementos anticoagulativos y procoagulativos disueltos en la sangre, que se encuentran en equilibrio. Sin embargo, este mecanismo no siempre funciona correctamente y en ocasiones la sangre se coagula durante la circulación formando un trombo que impide la circulación sanguínea, y es entonces cuando se produce la trombosis venosa.
Los síntomas de la trombosis venosa dependen de si el trombo ha sucedido en una vena superficial o en una vena profunda. Además, su importancia y gravedad varían mucho en un caso u otro.
Los trombos pueden suceder tanto en las arterias como en las venas, pero es mucho más frecuente que se produzcan en los vasos venosos, especialmente en las venas de las piernas.
Dentro de las venas de las piernas podemos diferenciar dos tipos: las venas profundas y las venas superficiales. Las venas superficiales son las venas que están justo debajo de la piel y se pueden ver a simple vista como líneas azuladas.
Las venas superficiales de las piernas más importantes son la safena interna y la safena externa. Hay varias causas por las que el equilibrio sanguíneo se puede descompensar y producirse la coagulación dentro de las venas y la trombosis venosa. Las más importantes son:
Estasis venoso: o lo que es lo mismo, estancamiento de la sangre en las venas de las piernas. Esto sucede con frecuencia cuando aparecen varices venosas en las piernas.
Traumatismo: La rotura de huesos o ligamentos de las extremidades inferiores hace que la movilidad de las mismas esté muy limitada.
Cáncer: Algunos tipos de cáncer por sí mismos son capaces de aumentar la cantidad de sustancias procoagulantes en sangre, haciendo así frecuente la trombosis venosa en las piernas.
Infección: En una infección local las bacterias son capaces de activar las sustancias procoagulantes de la sangre, formando poco a poco trombos que terminan por interrumpir el flujo sanguíneo y perpetuar la infección (estos casos se dan con más frecuencia en los brazos).
Deshidratación: La pérdida de agua corporal provoca que la sangre sea más densa de lo habitual, dificultando el flujo continuo en vasos pequeños y favoreciendo la coagulación.
Hipercoagulabilidad congénita: Se refiere a las personas que por herencia genética tienen una sangre más fácil de coagular de lo habitual.
Tabaco: El hábito tabáquico es una causa muy extendida de trombosis venosa en nuestra sociedad.
Fármacos: Algunos medicamentos tienen cierta tendencia a facilitar la coagulación de la sangre. Algunos ejemplos son los diuréticos (porque pueden aumentar la pérdida de agua corporal) y también los anticonceptivos orales. Insuficiencia cardíaca: Este mal funcionamiento del corazón hace que la sangre venosa no sea fácilmente recogida por éste y se estanque en diferentes órganos corporales (pulmones, hígado y piernas).
Embarazo: La mujer embarazada tiene de por sí un estado de hipercoagulabilidad natural que se desarrolla a lo largo del embarazo, con el objetivo de parar la hemorragia previsible durante el parto.
Obesidad: Lo habitual es que la obesidad se asocie a mayor sedentarismo y, por tanto, a estasis venoso.
Prevención de la trombosis venosa: Lo ideal es dejar de fumar, realizar ejercicio físico moderado con frecuencia y mantener un peso adecuado. En segundo lugar, hay que tomar medidas extraordinarias en situaciones especiales. Un ejemplo de ello es prevenir el síndrome de la clase turista, un trastorno que consiste en que durante un viaje de larga duración (vuelo transatlántico) se produce estasis venoso en la pierna.