Un pólipo uterino es una tumoración o excrecencia que protruye en la cavidad uterina, a la cual se une a través de un tallo o pedículo. El pólipo endometrial (el endometrio es la capa que reviste el interior de la cavidad uterina) propiamente dicho, está recubierto de epitelio y formado por una cantidad variable de estroma, glándulas y vasos sanguíneos. Aunque suelen aparecer en la luz del útero, en ocasiones se localizan en el cuello del mismo o en la vagina. Se ha descrito su presencia en edades comprendidas entre los 12 y los 81 años, aunque el tramo más frecuente de aparición es entre los 40 y los 65 años de edad. Son extremadamente raros entre las adolescentes. Entre los pólipos que producen síntomas, la prevalencia se incrementa con la edad, y parece ser mayor en mujeres premenopaúsicas que en mujeres postmenopaúsicas.

Constituyen la patología benigna más frecuente en mujeres con sangrado uterino anormal o infertilidad, siendo éstos dos de los principales síntomas que producen. Pueden ser de diferentes tamaños (desde unos pocos milímetros a varios centímetros). Algunos pólipos son muy pequeños y no influyen sobre la fertilidad, pero otros pueden dificultar tanto el traslado de los espermatozoides, como la implantación del embrión.

Existen una serie de factores que pueden incrementar el riesgo de desarrollar pólipos uterinos:

  • Estrógenos: niveles altos de estas hormonas sexuales femeninas en sangre aumentan el riesgo de desarrollar pólipos endometriales. Los estrógenos son producidos fundamentalmente por los ovarios y, en menor medida, por las glándulas suprarrenales. Durante el embarazo, la placenta también tiene la capacidad de sintetizarlos.
  • Tamoxifeno: es un fármaco de eficacia demostrada utilizado en el tratamiento del cáncer de mama. Entre un 2-36% de las mujeres postmenopaúsicas tratadas con este fármaco pueden desarrollar pólipos uterinos.
  • Tratamientos hormonales en mujeres postmenopaúsicas.
  • Edad: a mayor edad, mayor riesgo.
  • Obesidad e hipertensión arterial: aunque algunos autores consideran que son factores de riesgo para desarrollar pólipos uterinos, los últimos estudios parecen concluir que, aisladamente, no pueden ser considerados factores de riesgo para la aparición de los mismos.

Algunas enfermedades no muy comunes, como el síndrome de Lynch o el síndrome de Cowden, se asocian a un mayor riesgo de desarrollar pólipos endometriales.

Cuando los pólipos uterinos producen síntomas, sus manifestaciones más frecuentes son:

Sangrado uterino anormal: este proceso, descrito frecuentemente por las pacientes como sangrado vaginal, es el síntoma más común y ocurre en un 64-88% de las mujeres con pólipos.

La hemorragia uterina puede manifestarse de diferentes formas:

Menorragia: períodos menstruales demasiado abundantes.

Metrorragia: sangrado no relacionado con la menstruación. Generalmente el volumen del sangrado no suele ser muy grande. Es el síntoma más frecuente en mujeres premenopaúsicas con pólipos endometriales, siendo también una forma muy común de presentación en mujeres postmenopaúsicas.

Sangrado vaginal después de mantener relaciones sexuales.

Una vez diagnosticado el pólipo uterino, el tratamiento de elección es quirúrgico, bien mediante legrado o raspado uterino o, mejor aún, mediante resección por histeroscopia, que permite la extirpación del pólipo de una manera más controlada. La histerectomía (extirpación del útero completo) puede ser una alternativa en mujeres perimenopaúsicas cuando el análisis microscópico de los pólipos sugiera riesgo de malignidad.

Resulta muy complicado establecer unas medidas preventivas frente a la aparición de los pólipos uterinos, ya que no se conoce cuáles son sus causas. Por lo que resulta fundamental que la mujer realice revisiones periódicas con su ginecólogo para la detección precoz de este problema.

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