La rubéola es una enfermedad contagiosa causada por un virus de la familia de los togavirus.

Afecta tanto a niños como a adultos, pero su verdadera importancia como problema de salud pública radica en que si una mujer embarazada resulta infectada durante los primeros meses de la gestación, la enfermedad puede afectar también al feto y causarle malformaciones congénitas graves. Por eso, si quieres tener un bebé, te conviene saber si tienes anticuerpos para la rubéola y, si no es así, debes vacunarte.

Sus Síntomas: Es una enfermedad exantemática, es decir, que se caracteriza por la aparición de un exantema o lesiones rojizas inicialmente en la cara, para posteriormente distribuirse al resto del cuerpo, junto con fiebre no muy alta, ganglios característicos detrás de los oídos, dolores de cabeza, de las articulaciones y conjuntivitis.

El virus de la rubéola se propaga mediante las gotitas que se expulsan con las secreciones respiratorias de los individuos infectados.

Durante el embarazo, la rubéola puede transmitirse de la madre al feto a través de la placenta, causándole graves trastornos (esto es lo que se denomina rubéola congénita).

El agente infeccioso llega a la faringe gracias a la inhalación de esas gotitas contaminadas. Una vez allí, pasa al torrente sanguíneo y alcanza el tejido linfático, donde queda alojado y se reproduce. Finalmente, cuando el virus ya se ha multiplicado lo suficiente, vuelve a pasar a la sangre. Es en este momento cuando el organismo comienza a responder a la infección, produciendo anticuerpos capaces de destruir al virus. El individuo infectado puede contagiar la enfermedad aproximadamente desde una semana antes de la aparición del exantema hasta una o dos semanas después.

Complicaciones de la rubeola:

En mujeres es común la artritis, que suele afectar a los dedos de la mano, muñecas y rodillas. Las alteraciones que se producen a nivel sanguíneo pueden dar lugar a hemorragias por el descenso de plaquetas. Tanto los niños como los adultos pueden sufrir una encefalitis después de la rubéola. Otra complicación poco común es una hepatitis leve.

Si la madre contrae rubéola durante los primeros meses del embarazo puede transmitírsela al feto; es lo que se conoce como síndrome de rubéola congénita (SRC) y puede ocasionar malformaciones en multitud de órganos. El riesgo de infección y de secuelas graves disminuye a medida que avanza el embarazo. Así, durante los dos primeros meses hay entre un 80 y un 90 por ciento de posibilidades de que el embrión se infecte, y con frecuencia se produce un aborto espontáneo. Entre las alteraciones más frecuentes destacan los trastornos cardiacos, como estenosis de la arteria pulmonar, las cataratas, que pueden ser visibles en el momento del nacimiento, o bien aparecer unos días después, el glaucoma, y la sordera, que es una de las manifestaciones permanentes más habituales, y que puede afectar a uno o ambos oídos. El recién nacido puede tener también la cabeza más pequeña de lo normal (microcefalia) lo que suele conllevar retraso mental y del desarrollo psicomotor del niño. Otras manifestaciones de la rubéola congénita, aunque menos frecuentes, son: ictericia, testículos no descendidos, aumento del tamaño del hígado y neumonías.

Los bebés que nacen con SRC excretan el virus durante uno o dos años, por lo que pueden contagiar a las personas que conviven con ellos.

Esta enfermedad a veces pasa desapercibida por la levedad de sus síntomas y, además, puede confundirse con el sarampión, por lo que es importante establecer el diagnóstico correcto de la rubéola. Debido a esta posible confusión, no basta sólo con la exploración clínica para comprobar si se trata de rubéola.

En las embarazadas es importante saber si existe infección; de esta forma se podrá diagnosticar mediante ecografía cualquier malformación que se produzca en el feto. En estos casos puede ser de utilidad el estudio de una biopsia de tejido placentario, que demuestre la presencia de partículas virales, aunque la biopsia debe realizarse siempre por encima de la semana 11 de la gestación para evitar complicaciones. En la actualidad, también se determina la IgG para rubéola en toda mujer gestante, y cuando no presentan inmunidad previa se les recomienda vacunación después del parto para futuros embarazos.

En la actualidad no existe cura para la rubéola, y el tratamiento que se suele administrar sirve para aliviar la fiebre y el dolor articular (paracetamol).

Algunos de los efectos secundarios de la vacuna contra la rubéola son dolor articular y fiebre, aunque la tolerancia es bastante buena en general. La vacuna se denomina ‘triple vírica’ debido a que se administran tres virus de forma simultánea: el de la rubéola, el del sarampión y el de la parotiditis (paperas). Se precisan dos dosis: la primera debe darse entre los 12 y los 15 meses, y la segunda a los 3 años de edad.

Es conveniente la vacunación de aquellos adultos que no recibieron la vacuna en la infancia, porque esto contribuye a disminuir la incidencia de la enfermedad, lo que resulta especialmente importante en mujeres en edad fértil.

Las mujeres embarazadas no pueden vacunarse contra la rubéola (de hecho, se debe evitar la concepción hasta tres meses después de la administración de la vacuna), por lo que, si carecen de anticuerpos (defensas) contra la enfermedad, es imprescindible que eviten el contacto con cualquier persona que pudiera estar infectada y que se vacunen después del parto para futuros embarazos.

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