El pánico suele asociarse a conductas de evitación de actividades y situaciones, que pueden llegar a cumplir criterios de agorafobia.
Quienes padecen un trastorno de pánico que no ha sido tratado adecuadamente o que ha sido mal diagnosticado, la creencia de que sufren una enfermedad con peligro vital puede causarles una ansiedad crónica y debilitante y conducirles a visitas excesivas a los centros asistenciales.
Otras consecuencias indeseables que suelen derivarse del pánico son el deterioro en el funcionamiento social y laboral, la baja autoestima, las actitudes hipocondriacas, el abuso de alcohol o ansiolíticos, e incluso el incremento de muertes prematuras.
Una persona que padece este trastorno, puede presentar los siguientes síntomas: Falta de aire, palpitaciones, mareos, escalofríos, micción, transpiración y opresión en el pecho.
La investigación basada en teorías psicológicas ha ampliado la comprensión de este trastorno y ha permitido el desarrollo de tratamientos psicológicos eficaces para el pánico.
Los tratamientos psicológicos eficaces se basan en la observación de que lo que teme el paciente con pánico son las sensaciones internas. Una vez detectado este estímulo fóbico, el tratamiento psicológico se hace posible: mediante exposición al mismo y / o mediante técnicas cognitivas que llevan a una re-evaluación del supuesto peligro que entrañarían esas sensaciones. A su vez, la eficacia de diversos tratamientos, tanto farmacológicos como psicológicos, con los que se consigue una completa eliminación de los síntomas en la mayoría de pacientes.